¡Bienvenidos, barbudos y amantes del buen afeitado, a Barbaperfecta.online! a un nuevo artículo sobre el apasionante mundo de la barba.
¿Sabías que hubo una época en la que la iglesia católica prohibió el uso de la barba? Sí, así como lo lees. En el siglo VII, el papa Gregorio III emitió un decreto que condenaba a los hombres que se dejaban crecer el vello facial, considerándolo una señal de paganismo y barbarie. En este artículo te voy a contar cómo surgió esta extraña prohibición, qué consecuencias tuvo y por qué se levantó después de varios siglos.

La historia de la barba en el cristianismo es muy antigua y compleja. En los primeros siglos, los cristianos solían llevar barba como una forma de imitar a Jesús, que según la tradición y el arte, tenía una barba larga y poblada. Además, la barba era vista como un símbolo de sabiduría, dignidad y virilidad. Los padres de la iglesia, como San Agustín o San Jerónimo, eran famosos por sus barbas.

Sin embargo, las cosas cambiaron cuando el imperio romano se convirtió al cristianismo. Los emperadores romanos solían afeitarse la cara, siguiendo el modelo de Alejandro Magno, que consideraba que la barba era un estorbo en la guerra. Así, el afeitado se asoció con la civilización, el orden y el progreso, mientras que la barba se relacionó con los pueblos bárbaros que invadían el imperio, como los godos, los hunos o los francos.

Esta división se acentuó cuando el imperio se dividió en dos: el occidental y el oriental. En el oriente, donde predominaba la cultura griega, los cristianos siguieron llevando barba, mientras que en el occidente, donde reinaba la influencia romana, los cristianos empezaron a afeitarse. Así se creó una diferencia estética y cultural entre las dos ramas del cristianismo: la católica y la ortodoxa.

Fue en este contexto que el papa Gregorio III decidió prohibir la barba en el año 731. Su intención era marcar una distancia con los cristianos orientales, que habían adoptado doctrinas consideradas heréticas por Roma, como el iconoclasmo (la destrucción de las imágenes sagradas). Además, quería reforzar su autoridad frente a los reyes francos, que eran sus aliados políticos pero también sus rivales religiosos. Los francos llevaban barba como una forma de identidad nacional y de resistencia frente al imperio bizantino.

Obispo Inglés Wilfred
La prohibición papal no fue bien recibida por todos los cristianos occidentales. Algunos monjes y clérigos se negaron a afeitarse, argumentando que era una tradición apostólica y una expresión de santidad. Otros la acataron por obediencia o por conveniencia, pero no sin protestar. Hubo incluso casos de violencia entre los partidarios y los detractores de la barba. Por ejemplo, se cuenta que un obispo inglés llamado Wilfrid fue apresado y torturado por orden del rey Egberto, que le arrancó la barba a tiras.
La prohibición de la barba duró varios siglos en la iglesia católica, aunque no siempre se cumplió con rigor. Algunos papas posteriores a Gregorio III llevaron barba, como Adriano I o León III, pero fueron excepciones. La mayoría siguieron el ejemplo de Gregorio III y se afeitaron la cara. La barba solo volvió a ser aceptada en el siglo XVI, con el surgimiento del protestantismo. Los reformadores protestantes, como Lutero o Calvino, llevaron barba como una forma de desafiar la autoridad de Roma y de recuperar las raíces bíblicas del cristianismo.

Así termina esta curiosa historia de la barba en el cristianismo. Espero que te haya gustado y que hayas aprendido algo nuevo. Si quieres saber más sobre la historia y el cuidado de la barba, te invito a visitar mi blog en mi web barbapecta.online, donde encontrarás más artículos interesantes y consejos prácticos. Y si te ha gustado este artículo, no dudes en compartirlo con tus amigos y dejarme un comentario. ¡Hasta la próxima!